Y qué pasó cuando apagué la luz?
Esos minutos en los que uno repasa lo que hizo en el día, se convirtieron en horas, y no era el día lo que me ocupaba sino sentimientos.
Me ponía nerviosa estando acostada sin poder dormirme, adoptando posturas impensadas, pero aún así sin reconciliarme con el sueño.
Sintiendo la angustia de la necesidad de no dormir sola esa noche, pero no con cualquier compañia, una masculina se requería.
Pero no había con quien compartir esa necesidad y transformala en deseo y luego en realidad en ese momento.
Acomodar el espacio donde uno está es el primer síntoma. El paso que uno da cuando se hace cargo que ésta va a ser una noche complicada. Quizas por una cuestion de feng shui o por razones que traspasan los sentidos, uno piensa que quizas sea por eso.
Ordené la ropa de la semana, los papeles de la semana, pero no los sentimientos de la semana, ellos seguían. Es más sospecho que recién se despertaban.
Ahí cometí el segundo error. Empecé a releer un libro que amo. Lo que me pasa cuando leo a Saramago es que siento que dejo de ser una persona regida por horas minutos y segundos. Todo se extiende. Y no hay lugar al "Mañana tengo que trabajar".
Dos horas después, sin sueño, con palabras valiosas y sentimientos revuelvos volví a hacer el intento.
Y qué pasó cuando apagué la luz?
Empeoré. Quería seguir leyendo, pero mas allá de eso estaba todavía esa necesidad de dormir abrazada se multíplicaba, asfixiaba.
Un par de mensajes de texto me tranquilizaron, no por el mensaje sino por la persona.
Pensé que después de todo, si esa noche no podía ser... es que no tendría que ser. Me decidí a dejarlo pasar.
Cerré los ojos. No me dormí.